Creo que el éxito es actuar cada día con profesionalidad, dar el máximo en todo lo que hacemos y tratar de no dejar cabos sueltos o cuestiones al azar
Cuando escribo estas líneas, estamos viviendo uno de los días más bonitos que se pueden vivir en nuestro trabajo. Ayer se publicó la lista de aprobados del Cuerpo de Administradores Generales (A1.1100) y, una vez más, los resultados de la Academia son realmente espectaculares. Volvemos a ser líderes absolutos e indiscutibles en la Comunidad Autónoma, con unos números que, pensados fríamente, son difíciles de repetir. Y, sin embargo, Oferta tras Oferta conseguimos superar.
Y digo que es uno de los días más bonitos porque a la satisfacción interior que todos los miembros del equipo de la Academia sentimos, se unen los bonitos detalles de agradecimiento que los alumnos aprobados van teniendo con nosotros, reconociendo que hemos sido parte importante de su éxito. Una llamada, un correo, una visita, un recuerdo…
Y me he parado un momento a reflexionar sobre esa palabra: éxito. En oposiciones, quizá la tengamos meridianamente clara: éxito han tenido los alumnos que ya son funcionarios de carrera. Y para la Academia, creo que también podemos tenerlo por cierto: tenemos éxito cuando somos los que a más personas hemos conseguido ayudar a conseguir lo anterior.
Me gusta pensar que el éxito está en el camino, aunque para algunos ese camino no haya llegado a su final…
Pero me acuerdo también de algunos alumnos que creo que tenían preparación suficiente y que no han llegado a la meta. ¿Para ellos no hay éxito? Pues, sinceramente, creo que no es así. Creo que el éxito es actuar cada día con profesionalidad, dar el máximo en todo lo que hacemos y tratar de no dejar cabos sueltos o cuestiones al azar. Me gusta pensar que el éxito está en el camino, aunque para algunos ese camino no haya llegado a su final… por ahora.
La vida es larga y cuando una puerta se cierra otra se abre. Hablo por experiencia cuando digo que algunos alumnos que no consiguieron la plaza a la que aspiraban, pero habían trabajado con honradez y profesionalidad, consiguieron plaza en otro cuerpo, en otra administración, en otro momento. Es verdad que es un trago difícil no concluir el camino cuando uno piensa que es su momento y se suele sentir que las fuerzas escasean. Pero hay que sacar fuerzas de flaqueza, porque ningún esfuerzo sincero y continuado queda sin su justa recompensa.
Y porque el éxito es el camino.